Proyecto integrador:
Leer para conocer y comprender mi mundo.
Un ensayo
Subtitulo: José Emilio Pacheco en el
contexto de mi comunidad.
Alumna: Perla Itzel Lozada Gutiérrez
11 de febrero 2018
Módulo 4. Textos y visiones del mundo
Introducción
Después
de leer Las batallas en el desierto, comprendo mejor a que se refería Emilio
Pacheco cuando dijo “en 1955 lo que podría suscribir en el 2009 por que nada ha
cambiado”. Por qué en esencia me doy cuenta de que México está atrapado en esa
época, este es el objetivo de mi ensayo. Quiero mostrarles que han pasado
tantos años y seguimos siendo los mismos. Para así quizás lograr que la gente
se dé cuenta de que, si México sigue siguiendo igual que siempre no es por
culpa del gobierno si no de nosotros mismos, los ciudadanos mexicanos. Y no, no
haré referencia a la delincuencia que esta tan resonada en estos días, mi tema
es carácter del mexicano. El malinchismo que nos atrasa por querer imitar a
otros países, a otras personas.He encontrado muchas diferencias y también similitudes, por ejemplo, hoy en día nos atiborran de publicidad del presidente actual (sobre su “progreso”), nos cuentan y nos obligan a ver en la televisión su informe de gobierno, nos llenan de folletos sobre los que se ha hecho y lo que harán y me ha parecido cómico que esto en aquella época era igual, quizás era otro presidente , quizás había otra gente pero la cantidad de imágenes que tratan de elevar al gobierno era igual. En aquel entonces la gente decía que no importaba si la ciudad se hundía en agua, de cualquier forma, ya estaban en la mierda por el gobierno y díganme si no es así como el pueblo hoy en día sigue culpando al presidente la situación -jodida- del país. Es triste, realmente triste ver que, aunque han pasado más de 50 años desde ese entonces los políticos siguen engañando a los ciudadanos con la promesa de una utopía, prometiendo siempre acabar con la delincuencia, desde antes nunca han dicho como, pero hasta el día de hoy que estamos en pre-elecciones presidenciales usan ese argumento para ganar votos. El malinchismo es un tema que yo preferiría no tocar, siempre me ha parecido tonto como las chicas blancas de mi edad se referían a las morenas de la escuela “esa tiene cara de india”, por mi físico a mí nunca me molestaron, pero siempre observe en silencio y con disgusto esas frases, tan triste que se me hace ver sus sentimientos de superioridad sin notar que todos somos mexicanos. No toda la novela refleja lo encapsulados que estamos los mexicanos, muestra también las diferencias de algo a lo que quizás nadie le pone atención como son los lonches de los niños en las escuelas: antes las ricas tortas de nata con azúcar, y hoy un “sándwich” de jamón o dinero para que compren en la tiendita de la escuela. Otra gran diferencia que se menciona son los juguetes, no hablo solo de los diferentes que son si no que menciona que en esa época los juguetes en México eran algo muy difícil de conseguir que diferencia ahora que los niños crecen con tantos juguetes que no les da tiempo de jugar con todos. Y algunas veces ya ni les hacen caso por estar jugando en la “Tablet”.
Puedo decir también que la colonia Roma, es que nos cuenta Pacheco, la puedo comparar con cualquier colonia de clase media en el México actual, no veo tanta diferencia en cómo es la gente, sus ideas y sus actitudes. Al parecer solo hemos modernizado nuestras ciudades dejando atrás nuestras mentes.
Desarrollo
Desde
niña siempre he sentido que nosotros los mexicanos somos muy astutos y al mismo
tiempo muy inocentes. Lo vi desde que iba a la escuela primaria. Los niños
pueden inventar un montón de pretextos para excusar el por qué no hicieron la
tarea y librarse del castigo, pero no se dan cuenta de que con eso solo se han
perjudicado a su mismos pues no han aprendido el tema de la clase. Mis
compañeros eran siempre muy ingeniosos para crear sus abanicos para el examen, en una goma, en un papel, debajo de la
manga, en la banca. Cada examen siempre me pareció una demostración excepcional
de lo astutos que eran. Sabían que podían no aprobar y aun así se la jugaban.
Yo siempre fui más simple, prefería estudiar.
Quizás es por eso por lo que conforme avanzaba el tiempo me daba cuenta de lo tonto que era siempre culpar a otra persona de una situación, cuando el que se quejaba no hacía nada en absoluto. “Reprobé matemáticas, por qué el profesor no me explico” , “No hice la maqueta, por qué no tenía dinero” , “No entiendo como hacer la actividad de clase, pero me he puesto de acuerdo con mi novio para vernos en el receso”, y así pueden continuar las excusas en diferentes contextos: “ Llegue tarde al trabajo otra vez, mi jefe es un patán que me despedirá solo por eso” , “me infraccionaron por pasar el semáforo en rojo hace un rato y les tuve que dar mordida, los policías son unos corruptos” , “me cae gordo que a cada rato pasen y me corten la luz, aun así no regulare mi contrato con la CFE” . Somos cosecha de lo que sembramos, y si lo que sembramos es lo mismo desde hace años ¿por qué el fruto debería ser distinto? Somos un país 119 millones 530 mil 753 habitantes (según el censo del INEGI 2015) y así pretendemos que un gobernante cambie toda la situación del país. El mexicano es tan inocente que cada que hay una elección presidencial seguimos creyendo en sus promesas, esperando que cuando nuestro elegido llegue a su cargo, mágicamente nuestra comunidad cambie. Soñamos con que cuando López Obrador, o Meade, o Anaya, llegue a presidente la utopía se hará realidad. Esperamos que las ciudades por fin estén limpias, las vialidades sean viables, y que todos por fin podamos salir a la calle felices y orgullosos de pertenecer a este país. No quiero decir que los mexicanos no somos patriotitas, pero basta solo una diferencia de preferencias para que tu vecino o tu amigo se vuelva tu peor enemigo y no lo quieras ver ni en pintura.
Y así es como, esperamos que una sola persona cambie todo. En los 50 esperaban que la pobreza acabara, las calles estuvieran limpias y llenas de parques verdes y que todos y cada uno de los mexicanos tuvieran su casa “aerodinámica”. Pensé que soñar con que el gobierno creara una sociedad feliz era algo muy 2018, con todas las propuestas ridículas que se están presentando hoy, pero Pacheco me ha hecho ver que no es así. La política siempre será una promesa, una esperanza de algo que un presidente no puede cumplir.
Quizás es por eso por lo que conforme avanzaba el tiempo me daba cuenta de lo tonto que era siempre culpar a otra persona de una situación, cuando el que se quejaba no hacía nada en absoluto. “Reprobé matemáticas, por qué el profesor no me explico” , “No hice la maqueta, por qué no tenía dinero” , “No entiendo como hacer la actividad de clase, pero me he puesto de acuerdo con mi novio para vernos en el receso”, y así pueden continuar las excusas en diferentes contextos: “ Llegue tarde al trabajo otra vez, mi jefe es un patán que me despedirá solo por eso” , “me infraccionaron por pasar el semáforo en rojo hace un rato y les tuve que dar mordida, los policías son unos corruptos” , “me cae gordo que a cada rato pasen y me corten la luz, aun así no regulare mi contrato con la CFE” . Somos cosecha de lo que sembramos, y si lo que sembramos es lo mismo desde hace años ¿por qué el fruto debería ser distinto? Somos un país 119 millones 530 mil 753 habitantes (según el censo del INEGI 2015) y así pretendemos que un gobernante cambie toda la situación del país. El mexicano es tan inocente que cada que hay una elección presidencial seguimos creyendo en sus promesas, esperando que cuando nuestro elegido llegue a su cargo, mágicamente nuestra comunidad cambie. Soñamos con que cuando López Obrador, o Meade, o Anaya, llegue a presidente la utopía se hará realidad. Esperamos que las ciudades por fin estén limpias, las vialidades sean viables, y que todos por fin podamos salir a la calle felices y orgullosos de pertenecer a este país. No quiero decir que los mexicanos no somos patriotitas, pero basta solo una diferencia de preferencias para que tu vecino o tu amigo se vuelva tu peor enemigo y no lo quieras ver ni en pintura.
Y así es como, esperamos que una sola persona cambie todo. En los 50 esperaban que la pobreza acabara, las calles estuvieran limpias y llenas de parques verdes y que todos y cada uno de los mexicanos tuvieran su casa “aerodinámica”. Pensé que soñar con que el gobierno creara una sociedad feliz era algo muy 2018, con todas las propuestas ridículas que se están presentando hoy, pero Pacheco me ha hecho ver que no es así. La política siempre será una promesa, una esperanza de algo que un presidente no puede cumplir.
Y
así nos seguimos con la idea. Nosotros los mexicanos queremos que el país
cambie, pero en nuestra casa criamos bribones. Admiramos siempre a los
japoneses, por su conducta intablache, decimos “allá los niños son mas
inteligentes, los japoneses son más inteligentes, los japoneses son tan
educados” pero cada uno de nosotros no nos molestamos ni en dar los buenos
días, con permiso y por favor a la primera persona que nos topamos en la
calle. Y aunque ahora quizás nuestra
envidia se dirige a los japoneses, no dejan de ser extranjeros. Extranjeros
como los que Pacheco cuenta que en esa época eran los americanos. Todos querían
hablar inglés, y todos querían solo usar productos americanos.
Y veamos que nada ha cambiado, cuando queremos comprar ropa nueva vamos y compramos en los bazares que avisan que han abierto una paca de ropa americana. Y si somos de más “cache” o nos podemos dar el gusto nos vamos al Liverpool a comprar unos pantalones de $2500. Bien que podríamos haber comprado cinco o seis prendas si las hubiéramos comprado a los manufactureros locales, pero nos gusta presumir que hemos ido a esa tienda y usamos ropa importada. Como si eso nos diera un estatus social. Mencionando esto, ¿Qué no en México todos somos iguales?, al parecer como cuenta Pacheco nos encanta rebajar a nuestra propia gente y nos gusta la idea de ser de una clase social más elevada que el de alado y así desde los 50” s. En su novela nos contaba que a la mamá no le gustaban los amigos de su hijo por provenir de familias de no tan renombre, que si sus padres eran divorciados, que si no tenían dinero, o que si venia de una casa chica. Decía que la madre se sentía en un estatus social intachable y su hijo no tenía que juntarse con esa chusma. Bien que, si le paso a Carlitos en ese entonces, también nos pasa ahora. La mamá mexicana no es flexible, a su vista su familia siempre es intachable y que todas las demás eran una barbarie.
Y veamos que nada ha cambiado, cuando queremos comprar ropa nueva vamos y compramos en los bazares que avisan que han abierto una paca de ropa americana. Y si somos de más “cache” o nos podemos dar el gusto nos vamos al Liverpool a comprar unos pantalones de $2500. Bien que podríamos haber comprado cinco o seis prendas si las hubiéramos comprado a los manufactureros locales, pero nos gusta presumir que hemos ido a esa tienda y usamos ropa importada. Como si eso nos diera un estatus social. Mencionando esto, ¿Qué no en México todos somos iguales?, al parecer como cuenta Pacheco nos encanta rebajar a nuestra propia gente y nos gusta la idea de ser de una clase social más elevada que el de alado y así desde los 50” s. En su novela nos contaba que a la mamá no le gustaban los amigos de su hijo por provenir de familias de no tan renombre, que si sus padres eran divorciados, que si no tenían dinero, o que si venia de una casa chica. Decía que la madre se sentía en un estatus social intachable y su hijo no tenía que juntarse con esa chusma. Bien que, si le paso a Carlitos en ese entonces, también nos pasa ahora. La mamá mexicana no es flexible, a su vista su familia siempre es intachable y que todas las demás eran una barbarie.
Conclusiones
Los
mexicanos somos así, nos envenena la envidia al semejante. Y siempre queremos
estar por encima del compatriota. ¿Qué pasaría si en vez de criticar y evitar
al vecino por que no tiene otra chaqueta le regaláramos esa que tenemos
guardada sin usar?, o si en vez de consumir cosas extranjeras, consumiéramos
marcas locales y promoviéramos así el crecimiento económico de cada localidad.
Que pasaría si dejáramos de quejarnos de que nuestra ciudad este sucia y
dejáramos de tirar basura.
Nuestra utopía se haría realidad. Sin importar quien estuviera al mando.
Nuestra utopía se haría realidad. Sin importar quien estuviera al mando.
Fuentes de consulta
INEGI
¿Cuántos somos?. Recuperado el 11 de febrero de 2018.
AMLO
y doce de sus polémicas propuestas para el 2018. Recuperado el 11 de febrero de
2018.
Las
propuestas económicas de Ricardo Anaya. Recuperado el 11 de febrero de 2018.
José
Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto. Recuperado el 11 de febrero de
2018.
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